Hay sueños de los que te jode despertar, hay de esos que no se pueden contar. Cosas que no terminas de entenderlas, pero igual las sigues haciendo. Historias que se pretenden contar a los oídos o historias que repites una y otra vez, hasta el cansancio. Hay noches que parecen eternas e idilios que no pueden serlo. Miradas que dicen todo y silencios que encogen el corazón. Canciones que merecen gritarlas, no cantarlas. Locuras que olvidaste envolver en papel de regalo. Palabras complicadas y otras que tan solo hay que deletrearlas con la mirada. Cosas que escribiste y aún no las haces llegar, mensajes que hasta hoy esperas. Teoremas que no se encuentran en los libros, ni en los salones de clase. Dulces que no se encuentran en la carreta de la esquina sino en pequeños gestos y corres el riesgo de morir empalagado. Deseos que mueren en la oscuridad y otras que crecen en ella. Cosas que se aprenden en la esquina, en la banca del parque, en la comisaria, en el asiento del bar, mientras corres y/o cuando te detienes. En lo tuyo y en lo ajeno. Debajo de las sabanas, cuando te vienen a lamer la herida, cuando la herida aún no desaparece y no entiendes, y te sigues arrancando la costra. En el asiento del costado, en los domingos cuando la resaca ataca. En los libros que compraste y hasta hoy no lees, en los que prestaste, en los que nunca devolviste y no piensas devolver. En las cosas que olvidaron y se te olvidaron. Hay historias que se te olvidan olvidarlas.
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