Pedrito

Pedrito tiene seis, de edad; diez, en conducta. José, su papá, lo ha llevado al hospital para que le vean su pechito, porque presenta una mal formación. Por el contrario, Pedrito, en lugar de avergonzarse de su defecto, se siente orgulloso. En el colegio a cada momento, se levanta la camisa y le dice a sus compañeritos, que ahí está su poder, que esa es la razón, porque nadie le puede ganar en el Play Station, ni en las vencidas.


José le ha pedido a la doctora, que llame a una enfermera más. La doctora mirando la carita angelical, distraída de Pedrito. Sonriéndole a Pedrito, ha dicho: No será necesario, Pedrito es un niñito bueno. Luego de un rato no sé como ella ha logrado echar en la camilla a Pedrito. Pero Pedrito ya se está dando cuenta que algo anda mal, ya no quiere más el chupetín que le dio la enfermera. Se trata de bajar de la camilla, pero la enfermera lo de tiene, Pedrito hace fuerza para bajarse. José le pide que se porte bien, que la doctora solo le va revisar su pecho. Pedrito enloquece al escuchar eso. La doctora, la enfermera y su papá lo sujetan para que no se baje, Pedrito está llorando, grita con todas sus fuerzas.

Por todo el pasillo de Pediatría, del segundo piso, del hospital, se escucha la vocecita de pito, de Pedrito: Suéltame. Papá, papá me quieren quitar mi poder. Suéltenme perras.

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